miércoles, 28 de octubre de 2020

Sucesión ecológica y cambio social (Escatizar nº3 - septiembre 2020)

 



sucesión ecológica y cambio social

Pensemos en una roca desnuda como la lápida de un cementerio, que al paso de los años se ve cubierta de líquenes, que favorecen la aparición de musgos, que a su vez facilitan que crezcan plantas herbáceas, que engrosan el suelo, haciendo posible el desarrollo de arbustos que, con su sombra y sus detritus, posibilitarán el crecimiento de árboles que formarán un bosque, allí donde unos cientos de años antes sólo había una roca.


En este camino espontáneo de la roca desnuda al bosque maduro, se suceden infinidad de capítulos cuyos protagonistas son cada especie vegetal, fúngica y animal en constante interacción, en un no equilibrio entre: la creación de suelo y acumulación de biomasa por un lado, y las perturbaciones o pasos ats en sentido contrario.

 

La anterior descripción se denomina sucesión ecológica, y como todo acerca- miento del ojo humano a la realidad, es una simplificación. Aunque su linealidad puede parecer simplona, contiene algunos elementos que quizá nos ayuden a mejorar la interpretación de nuestra realidad y de nosotrxs mismxs.

 

El primero es la idea de Proceso. Nada permanece, todo cambia, cualquiera de las etapas sufre cambios constantemente, llámese roca, prado, cajigar, capitalismo o la idea libertaria en cualquiera de sus expresiones.

El segundo elemento rescatable es que el proceso de sucesión ecológica es el resultado de la intervención, voluntaria o no, de muchos actores: microorganismos, polinizadores, hongos, aves dispersadoras, algas, viento, herbívoros, lombrices, agua, etc; así como el proceso social humano es el resultado de

la intervención de la agricultura, la música, la conquista, la energía, el miedo, el amor, la opresión, la tecnología, las ideas emancipadoras, etc.

 

Alguno de los actores puede permanecer oculto, invisible, durante muchos capítulos, en rincones singulares. Por ejemplo, una flor en las cumbres del pirineo que prosperará en la próxima glaciación, un helecho de manantial que se expandirá si el clima se hace más húmedo, o el jabalí y el boj que ahora viven una época gloriosa que no se imaginaba hace dos siglos. Lo que hoy parece anodino, sin sentido, o anecdótico, puede ser la clave en otro episodio: un escaso hongo micorrícico del suelo de un jaral es un reservorio necesario para que algún día prospere allí un bosque.

 

Las ideas colectivizadoras, por ejemplo, no han sido un meme muy útil a la sociedad energéticamente borracha de petróleo de las últimas décadas, que se ha podido permitir el espejismo de unos memes más individualistas. Lo que conocemos como extrema derecha tampoco ha servido en los pasados años del alegre mercado global, si bien podría jugar su papel ecopolítico en un futuro próximo. Ahora pensamos que los procesos naturales no están dirigidos por ningún ente superior divino, sino que emergen de la interacción de sus elementos en unas condiciones ambientales dadas (temperatura, precipitación, geología,…).

 

Hay personas que manejan la coyuntura social a través de los estados y los medios de comunicación. Pero esas personas no equivalen a Dios Padre en la metáfora, sino a una piecita más del mosaico con más capacidad de acción visible en las condiciones sociales de este momento histórico. En otro momento, o en otras condiciones, otras piecitas tendrán más capacidad de acción visible… o invisible.

 

La roca desnuda, el primer capítulo de nuestra sucesión ecológica, no es muy biodiversa. El clímax, el último capítulo teórico (espeso hayedo o encinar, por ejemplo) es más diverso. Aunque no es tan rico en especies y procesos como las etapas intermedias, en las que hay perturbaciones y más nichos en los que prosperan distintas estrategias: un paisaje con setos, prados, tierras de labor, bosquetes, pueblos… alberga más especies e historias cotidianas

 

Quizá, más allá del finalismo utópico (¿…herencia cristiana...?), del Día clímax en que todxs seremos libres, la situación más interesante sea vivir un momento en el que ese día aún no ha llegado, y nuestras ideas interaccionen, dialoguen, luchen, se definan, en presencia de otros proyectos distintos.

 

El concepto de Proceso es algo intangible, aunque existente. De hecho, su existen- cia es de un orden superior a lo que se ve, a la lombriz o el agua. Es un concepto al que desvelar su dimensión de sujeto, tal y como decimos que un grupo humano es un ente, o que la sinergia es más que la suma de sus elementos.

 

El proceso de cambio social también existe como tal, y contiene muchos elementos. Algunos quizá sin nombre, y otros más concretados, como es la idea libertaria: un vector omnipresente desde el origen humano en convivencia con el resto de vectores, que en términos matemáticos, generan una resultante multidimensional y en permanente tránsito.

 

Esta visión puede resultar demasiado humilde para las personas que abanderamos pretensiones revolucionarias, porque equipara nuestras ideas al nivel de otras que no entendemos o compartimos.

 

No obstante, nos abre una propuesta de ensayo de otras miradas. No para sustituir una mirada por otra, sino para alternarlas. Mirar la hoja, el árbol, el bosque; mirar la flor, el fruto, la semilla; mirar el paisaje que hubo, que hay, que habrá.

 

La propuesta es abandonar la impotencia de la Revolución eternamente frustrada por el triunfo de la eterna Revolución indestructible a lo largo de los siglos, como la silenciosa lombriz creadora de suelo. Las ideas emancipadoras son la Ilusión, un motor necesario en interacción recíproca con otras ideas, como las conservadoras: el Miedo, que también tienen un papel en el proceso histórico.

 

Alejarnos de esta manera de La Verdad, del dogmatismo de nuestra certeza de futuro, de lo que debería ser, para ser tan sólo un humilde vector lombricero entre otros, es aliviador porque destensa nuestra polarización con lo existente. Tanto, que esta invitación pueda parecer otra versión de reformismo, que nos aleje de una visión clara hacia nuestros objetivos revolucionarios.

 

No obstante, aceptar nuestro papel en convivencia con otros no tiene por qué ser una merma en nuestra fuerza, convicción personal o ejercicio de nuestro poder. Al contrario, posibilita darle una sostenibilidad en el tiempo, a lo largo de nuestra vida y de la historia. Ayuda a ver oportunidades en cada presente. Es fuente de esperanza más allá de la ira. Integra esa parte social fea que tiene que ver con nuestras propias fealdades. Nos hace ser más conscientes de nuestro proceso interno, afinándonos más con nuestros potenciales y su desarrollo. Nuestras decisiones, nuestro poder se afila conviviendo con los otros, en la batalla de la vida. No es renunciar a la Anarquía, sino saber vivir sin ella.

Esta analogía social en términos biológicos puede ayudar a estar presente con más riqueza, con más dimensiones, con más flexibilidad, con más inteligencia emocional, y con más capacidad estratégica.

 

Alternar nuestra mirada como actores del cambio social, y como observadores del cambio social, permite una visión múltiple necesaria para acercarnos un poco más a la complejidad de la vida, y sufrir menos en esta infinita y bella lucha de la que formamos parte.

 

Extraído de Escatizar nº3 (septiembre 2020), Fanzine Libertario del Pirineo Aragonés.

 

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