sucesión ecológica y cambio social
Pensemos en una roca desnuda como la lápida de un cementerio, que al paso de los años se ve cubierta de líquenes, que favorecen la aparición de musgos, que a su vez facilitan que crezcan plantas herbáceas, que engrosan el suelo, haciendo posible el desarrollo de arbustos que, con su sombra y sus detritus, posibilitarán el crecimiento de árboles que formarán un bosque, allí donde unos cientos de años antes sólo había una roca.
En este camino espontáneo de la roca desnuda al bosque maduro, se suceden infinidad de capítulos cuyos protagonistas son cada especie
vegetal, fúngica y animal
en constante interacción, en un no equilibrio entre: la creación
de suelo y acumulación de biomasa por un lado, y las perturbaciones o “pasos atrás” en sentido contrario.
La anterior descripción se denomina sucesión ecológica, y como todo acerca-
miento del ojo humano a la realidad, es una simplificación. Aunque su linealidad
puede parecer simplona, contiene algunos elementos que quizá nos ayuden a
mejorar la interpretación de nuestra
realidad y de nosotrxs mismxs.
El primero es la idea de Proceso.
Nada permanece, todo cambia, cualquiera de las etapas sufre
cambios constantemente, llámese
roca, prado, cajigar, capitalismo o la idea libertaria en cualquiera de sus expresiones.
El segundo
elemento rescatable es que el proceso de sucesión ecológica es el resultado de la intervención, voluntaria o no, de muchos actores: microorganismos, polinizadores, hongos,
aves dispersadoras, algas, viento, herbívoros,
lombrices, agua, etc; así como el proceso social humano es el resultado de
la intervención de la agricultura, la música, la conquista, la energía, el
miedo, el amor, la opresión, la tecnología, las ideas emancipadoras, etc.
Alguno de los actores puede permanecer oculto,
invisible, durante
muchos capítulos, en rincones singulares. Por ejemplo, una flor en las cumbres
del pirineo que prosperará en la próxima
glaciación, un helecho
de manantial que
se expandirá si el
clima se hace
más húmedo, o el jabalí y el boj que ahora
viven una época
gloriosa que no se imaginaba hace dos siglos.
Lo que hoy parece anodino,
sin sentido, o anecdótico, puede ser la clave en otro episodio: un escaso hongo
micorrícico del suelo de un jaral
es un reservorio necesario para que algún
día prospere allí un
bosque.
Las ideas colectivizadoras, por ejemplo, no han sido un meme muy útil a la sociedad energéticamente borracha de
petróleo de las últimas décadas, que se ha podido permitir el espejismo
de unos memes más individualistas. Lo que conocemos
como extrema derecha
tampoco ha servido
en los pasados años del alegre
mercado global, si bien podría
jugar su papel ecopolítico en un futuro
próximo. Ahora pensamos que
los procesos naturales no están dirigidos por ningún ente superior divino, sino
que emergen de la interacción de sus elementos en unas condiciones ambientales dadas (temperatura, precipitación, geología,…).
Hay personas que manejan la coyuntura social
a través de los estados
y los medios de comunicación. Pero esas personas no equivalen a Dios Padre en la metáfora,
sino a una piecita más del mosaico con más capacidad de acción visible en las condiciones sociales de este momento
histórico. En otro momento, o en otras condiciones, otras piecitas tendrán
más capacidad de acción visible… o invisible.
La roca desnuda, el primer capítulo de nuestra sucesión
ecológica, no es muy biodiversa. El clímax, el último
capítulo teórico (espeso hayedo o encinar, por ejemplo)
es más diverso. Aunque
no es tan rico en especies y procesos como las etapas
intermedias, en las que hay perturbaciones y más nichos en los que prosperan distintas estrategias: un paisaje con setos, prados,
tierras de labor, bosquetes, pueblos… alberga más especies e historias cotidianas
Quizá, más
allá del finalismo utópico (¿…herencia cristiana...?), del Día clímax
en que todxs seremos
libres, la situación
más interesante sea vivir un momento en el
que ese día aún no ha llegado,
y nuestras ideas interaccionen, dialoguen, luchen, se definan, en presencia de otros proyectos
distintos.
El concepto
de Proceso es algo intangible, aunque existente. De hecho, su existen-
cia es de un orden
superior a lo que se ve, a la lombriz
o el agua. Es un concepto al que
desvelar su dimensión de sujeto, tal
y como decimos
que un grupo
humano es un ente, o que la sinergia
es más que la suma de sus elementos.
El proceso
de cambio social
también existe como tal, y contiene muchos elementos. Algunos
quizá sin nombre, y otros más concretados, como
es la idea libertaria:
un vector omnipresente desde el origen humano en convivencia con el resto de
vectores, que en términos matemáticos, generan una resultante multidimensional y en permanente tránsito.
Esta visión puede
resultar demasiado humilde
para las personas que abanderamos
pretensiones revolucionarias, porque
equipara nuestras ideas
al nivel de otras que no entendemos o compartimos.
No obstante, nos abre una
propuesta de ensayo
de otras miradas. No para
sustituir una mirada por otra, sino
para alternarlas. Mirar
la hoja, el árbol, el bosque; mirar la
flor, el fruto, la semilla; mirar el paisaje
que hubo, que hay, que habrá.
La propuesta es abandonar la impotencia de la Revolución eternamente frustrada
por el triunfo de la eterna Revolución indestructible a lo largo de los siglos,
como la silenciosa lombriz
creadora de suelo.
Las ideas emancipadoras son la Ilusión, un motor necesario en interacción recíproca con otras ideas,
como las conservadoras: el Miedo, que también
tienen un papel en el proceso histórico.
Alejarnos de esta manera de La Verdad, del dogmatismo de nuestra certeza
de futuro, de lo que debería
ser, para ser tan sólo un humilde vector lombricero entre otros, es
aliviador porque destensa nuestra polarización con lo existente. Tanto, que
esta invitación pueda parecer otra versión de reformismo, que nos aleje
de una visión clara hacia nuestros objetivos revolucionarios.
No obstante, aceptar nuestro
papel en convivencia con otros no tiene por qué ser una
merma en nuestra
fuerza, convicción personal
o ejercicio de nuestro poder. Al contrario, posibilita darle una sostenibilidad en el tiempo,
a lo largo de nuestra
vida y de la historia. Ayuda a
ver oportunidades en cada presente. Es fuente de esperanza más allá de la ira. Integra esa parte social
fea que tiene que ver con nuestras propias
fealdades. Nos hace ser más
conscientes de nuestro proceso interno, afinándonos más con nuestros potenciales y su desarrollo. Nuestras
decisiones, nuestro poder
se afila conviviendo con los otros,
en la batalla de la vida. No es renunciar
a la
Anarquía, sino saber vivir sin ella.
Esta analogía social
en términos biológicos puede ayudar a estar presente con más riqueza, con más dimensiones, con más flexibilidad, con más inteligencia emocional, y con más capacidad estratégica.
Alternar nuestra mirada
como actores del cambio social,
y como observadores del
cambio social, permite
una visión múltiple necesaria para acercarnos un poco más a
la complejidad de la vida, y sufrir menos en esta infinita
y bella lucha de la que
formamos parte.
Extraído de Escatizar nº3 (septiembre 2020), Fanzine
Libertario del Pirineo Aragonés.